Hay tantas teorías y libros sobre liderazgo que prácticamente todo se ha  dicho.

En la mayor parte de los casos, el análisis  toma como punto de partida el éxito del líder para determinar luego qué conductas observables explican los resultados que obtiene, definiendo de esta manera el perfil o comportamiento que lo diferencian de los demás. Y a partir de allí otra teoría…

Desde el punto de vista del estudio  del comportamiento organizacional, este enfoque parece correcto, al final, para qué necesitan líderes las organizaciones, sino para obtener mejores resultados.

Pero en cuanto a la explicación del fenómeno, esta aproximación al asunto no pone el foco en lo principal: la motivación original del líder no son los resultados, sino la visión que persigue.

Y ahí está la clave que lo explica todo: la enorme cantidad de energía creativa que genera para sí mismo y sus seguidores, cuando ilumina y motiva a todos con esa visión. Los resultados entonces son la consecuencia natural, no el fin buscado (ver Entropía y energía creativa en las organizaciones).

Para ilustrarlo gráficamente, usemos la pirámide  de necesidades de Maslow (ver figura).

El líder atraído por su propia  autorealización, ha recorrido ya el camino, lo conoce y conduce a sus seguidores hacia la cima.  Contrastando con esto, los directivos estancados en la parte más baja de la jerarquía, en la satisfacción de sus propias  necesidades (a veces hasta la “obesidad”, permítanme la metáfora), no tienen otro recurso para conseguir los resultados, que inspirar inseguridad y temor,  arrastrando a  todos hacia abajo.

Un interesante marco para entenderlo es la teoría integral de Ken Wilber www.integralinstitute.org. Según el modelo integral aplicado a las organizaciones, estas tienen cuatro dimensiones: exterior  individual, exterior colectivo, interior individual e interior colectivo (ver figura).

No es posible predecir ni entender el liderazgo observando solo las dimensiones objetivas exteriores: individual (comportamientos, habilidades) y colectiva (estrategias, estructuras y procesos). Por el contrario, hay que encontrarlo donde se origina: en el mundo interior de los individuos (emociones, pensamientos, inspiración, propósito) y en la interacción de estos con el grupo, (valores y visión compartidos, cultura). La confianza es un elemento sutil, interno y subjetivo, se puede vivir, pero no medir y es condición necesaria para la sinergia.

Si repasamos los mejores ejemplos de Liderazgo, vamos a ver una y otra vez el mismo patrón: la capacidad o inteligencia espiritual de conectarse con esa voz interior o energía creativa para encontrar el propósito que le da un sentido integral a la vida.

Chris Lowney lo resume así: “El liderazgo no es un acto, es una manera de vivir”.

En “El octavo hábito: encuentra tu voz e inspira a los otros a encontrarla”, Stephen Covey lo explica magistralmente. (verlo aquí)

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